- Dime, niña,
¿por qué lloras?
- Porque tengo que llorar,
porque ha pasado mi amante
y no me ha querido hablar.
Me
escribiste una carta
con una cintita azul,
no quiero cartas ni cintas,
que quiero que vengas tú.
Oficio noble y bizarro,
entre todos el primero,
pues en el arte del barro,
Dios fue el primer alfarero
y el hombre el primer cacharro
Al marinero
en la mar
nunca le falta una pena:
o se le tuerce el timón
o se le rompe una vela.
Para que yo
te olvide a ti
tengo que ver dos señales:
o se han de caer los cielos
o se han de secar los mares.